Desde un punto de vista geopolítico, el rasgo común de los diez países actuales que son objeto de este blog, los llamados Países de Europa del Este (Figura 1), es que durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XX estuvieron bajo el dominio o la influencia de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS o Unión Soviética) como consecuencia de una expansión de carácter imperial de este país, lo que, a su vez, determinó, su orientación y organización política. De los diez países cuatro, los tres países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, y Moldavia, perdieron su independencia (o en el caso de Moldavia, la antigua Besarabia, su pertenencia a Rumania) en 1940 a raíz del acuerdo entre la Alemania de Hitler y la URSS llamado Pacto Molotov-Ribbentrop de 1939, y hasta su independencia en 1991, formaron parte de la Unión Soviética como “repúblicas socialistas soviéticas”. Los seis restantes, Polonia, República Checa, Eslovaquia (unificados como Checoslovaquia), Hungría, Rumania y Bulgaria se convirtieron en 1949, “el año del cambio” (e inicio del período de la Guerra Fría), en dictaduras de partido único, llamadas “democracias populares”, hasta su desvinculación del dominio soviético en 1989, otro año de cambio, el de “la caída del muro de Berlín”. En efecto, a estos seis o, a la sazón cinco, países, hay que añadir otro, la República Democrática Alemana (RDA), actualmente desaparecida como consecuencia a su integración a la República Federal de Alemania unida el 1 de enero de 1993.
Figura 1. Países de Europa del Este objeto de este blog
Ahora bien, los cambios de fin de siglo que tuvieron lugar de 1989 a 1991 cambiaron de raíz la orientación y la organización política de estos países. Todos ellos se convirtieron en democracias parlamentarias de tipo occidental (algunos con ciertos elementos de presidencialismo) y se acercaron a Europa occidental y, todos, excepto Moldavia, se integraron a la Unión Europea y también a la organización militar occidental, la OTAN. En esta entrada se expondrán en primer lugar las principales características de la organización política y territorial actual de los diez países más el territorio de la antigua RDA y seguidamente se presentarán brevemente algunas particularidades de estas democracias relativamente nuevas con respecto a las democracias occidentales.
Figura 2. División territorial de Estonia con los 15 condados (maakonnad)
Figura 3. División territorial de Letonia con los 26 condados (rajons)
Figura 4. División territorial de Lituania con los 10 condados (apskritys)
Figura 5. División territorial de Polonia con los 16 voivodatos (województwo)
Figura 6. División territorial de la República Checa con las 13 regiones (kraje)
Figura 7. División territorial de Eslovaquia con las 8 regiones (kraje)
Figura 8. División territorial de Hungría con los 19 condados (megyék) y la capital Budapest
Figura 9. División territorial de Rumania con llos 41 condados (judeţe)
Figura 9. División territorial de Rumania con las 29 provincias
Figura 10. División territorial de Moldavia con los 32 distritos (raioane) y las regiones semiautónomas de Gagauzia y Transnistria
A primera vista, se puede apreciar que, a pesar de ser muchos de ellos estados claramente plurinacionales, con porcentajes de minorías nacionales muy considerables, como Estonia y Letonia un 25% de rusos, Lituania un 7% de polacos y un 6% de rusos, Eslovaquia un 9% y Rumania un 7% de húngaros, Bulgaria un 9% de turcos, todos los países tienen un solo idioma oficial y los idiomas de las minorías no están reconocidos como oficiales.
Todos los países excepto las pequeñas repúblicas bálticas disponen de una división regional (Figura 11) pero ésta en general no es más que la formalidad necesaria para la coordinación de programas de desarrollo regional europeos y la distribución de fondos externos procedentes de la Unión Europea para estos fines. Ni siquiera en los grandes países como Polonia, con sus 16 voivodatos, y Rumania, con sus 8 regiones, han desarrollado una organización territorial a nivel regional, aunque por la dimensión del país o, como es el caso de Rumania, su diversidad histórico-cultural, en Europa occidental se suele plantear una regionalización efectiva. En este sentido, cabe mencionar, como excepción, la antigua RDA que, al integrarse en la República Federal de Alemania, constituye los seis Länder siguientes del país: Mecklenburg-Antepomerania, Brandenburgo, Berlín (con la antigua Berlín Occidental), Sajonia-Anhalt, Turingia y Sajonia.
Figura 5. División territorial de Polonia con los 16 voivodatos (województwo)
Figura 7. División territorial de Eslovaquia con las 8 regiones (kraje)
Figura 8. División territorial de Hungría con los 19 condados (megyék) y la capital Budapest
Figura 9. División territorial de Rumania con llos 41 condados (judeţe)
Figura 9. División territorial de Rumania con las 29 provincias
Figura 10. División territorial de Moldavia con los 32 distritos (raioane) y las regiones semiautónomas de Gagauzia y Transnistria
De esta presentación de las características de la organización política y territorial de los diez países de Europa del Este se desprende que, efectivamente, todos ellos son son repúblicas parlamentarias. Dos de ellos, Lituania y Rumania, tienen además un régimen presidencial y uno, Polonia, un régimen semipresidencial, con elecciones presidenciales cada cinco años aunque las competencias de estos presidentes de la república están lejos de las de países de sistemas presidenciales propiamente dichas como Estados Unidos y Francia.
¿Pero son países democráticos plenamente asimilables a los de Europa occidental o hay algunas particularidades que los diferencian de éstos?
A primera vista, se puede apreciar que, a pesar de ser muchos de ellos estados claramente plurinacionales, con porcentajes de minorías nacionales muy considerables, como Estonia y Letonia un 25% de rusos, Lituania un 7% de polacos y un 6% de rusos, Eslovaquia un 9% y Rumania un 7% de húngaros, Bulgaria un 9% de turcos, todos los países tienen un solo idioma oficial y los idiomas de las minorías no están reconocidos como oficiales.
Todos los países excepto las pequeñas repúblicas bálticas disponen de una división regional (Figura 11) pero ésta en general no es más que la formalidad necesaria para la coordinación de programas de desarrollo regional europeos y la distribución de fondos externos procedentes de la Unión Europea para estos fines. Ni siquiera en los grandes países como Polonia, con sus 16 voivodatos, y Rumania, con sus 8 regiones, han desarrollado una organización territorial a nivel regional, aunque por la dimensión del país o, como es el caso de Rumania, su diversidad histórico-cultural, en Europa occidental se suele plantear una regionalización efectiva. En este sentido, cabe mencionar, como excepción, la antigua RDA que, al integrarse en la República Federal de Alemania, constituye los seis Länder siguientes del país: Mecklenburg-Antepomerania, Brandenburgo, Berlín (con la antigua Berlín Occidental), Sajonia-Anhalt, Turingia y Sajonia.
Figura 11.
Regiones de Europa incluyendo las regiones de los Países de Europa del Este
En ningún país se ha planteado por el momento la autonomía política de las minorías nacionales y, con la excepción de Moldavia, no existen territorios autónomos de dichas minorías, a pesar de que, en varios casos, éstas se concentran en zonas bien diferenciadas, como los húngaros en el sur de Eslovaquia, aproximadamente 600.000 personas, o una parte de la minoría húngara en el País Sículo (Székelyföld) en el este de Transilvania. Las minorías gozan de cierta autonomía de tipo lingüístico y cultural a nivel local (por ejemplo estos mismos húngaros en Eslovaquia y Rumania) aunque no sea éste el caso de los rusos en los países bálticos o de los turcos en Bulgaria. En este sentido cabe mencionar también la discriminación política e incluso jurídica de los habitantes de origen ruso, bielorruso o ucraniano en las tres repúblicas bálticas en los que, de forma general, se les está negando el derecho de obtener la ciudadanía, lo que es una violación flagrante de los derechos humanos en Europa.
Moldavia, por su parte, cuenta con dos zonas llamadas semiautónomas, Gagauzia (Găgăuzia) y Transnistria (Stânga Nistrului), pero, en realidad, Transnistria, una franja más allá del río Dniéster, con una población mayoritaria de ucranianos y rusos que no ha formado nunca parte de la Besarabia propiamente dicha y no perteneció a la Rumania en el período de entreguerras, está de facto gobernado por unas fuerzas separatistas pro-rusos. Los gagauzos son también contrarios al acercamiento del país a Europa y son partidarios de una integración en la alianza eurasiática de Vladimir Putin. Este conflicto hace que Moldavia sea una especie de anomalía con respecto a los otros países tratados en este blog y que, en cierta manera, lo mantiene alejado de Europa. En realidad, para restablecer la situación anterior a la anexión del país por la URSS de Stalin en 1940 después del Pacto Molotov-Ribbentrop, Moldavia, o la mayoría rumanófona, debería integrarse en Rumania y resolverse el caso de Transnistria y tal vez Gagauzia. Esta solución, que Rumanía considera un “próximo proyecto nacional”, se topa con la oposición de fuerzas nacionalistas moldavas y el desacuerdo de la Rusia de Putin y, en cualquier caso, un referéndum en marzo de 1994 ya pronunció a favor de conservar la independencia. Asimismo, Moldavia firmó un acuerdo de asociación con la Unión Europea en el marco de la "Asociación Oriental" de la UE con los países ex soviéticos.
En cuanto a los liderazgos políticos, la mayoría de los países están gobernados por partidos de derecha o centro-derecha, a menudo con una fuerte orientación nacionalista y populista y, en ciertos países, incluso con un antieuropeísmo creciente a pesar de las importantes aportaciones económicas de la UE a los países miembros de Europa del Este. Estas tendencias que, en cierta manera, son independientes del color del partido político en el gobierno, como es el caso de Eslovaquia, gobernada por una coalición liderada por socialistas, se han reforzado recientemente a raíz de la crisis de refugiados del verano y otoño de 2015. Dicha crisis, en el que el gobierno de Hungría del primer ministro Viktor Orbán tomó un protagonismo importante con la construcción de una valla de 175 km en la frontera con Serbia y el recientemente constituido Gobierno de Polonia formado por el partido derechista Ley y Orden (PiS) se ha alineado plenamente con las posturas del gobierno húngaro. La crisis ha resucitado incluso el Grupo de Visegrád, un instrumento de cooperación regional entre Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría firmado en el pueblo de Visegrád en Hungría (en referencia al reino de la casa de los Anjou en el siglo XIV que integró los territorios de estos países), cuyos miembros han manifestado recientemente su oposición a la política migratoria de Bruselas.
Moldavia, por su parte, cuenta con dos zonas llamadas semiautónomas, Gagauzia (Găgăuzia) y Transnistria (Stânga Nistrului), pero, en realidad, Transnistria, una franja más allá del río Dniéster, con una población mayoritaria de ucranianos y rusos que no ha formado nunca parte de la Besarabia propiamente dicha y no perteneció a la Rumania en el período de entreguerras, está de facto gobernado por unas fuerzas separatistas pro-rusos. Los gagauzos son también contrarios al acercamiento del país a Europa y son partidarios de una integración en la alianza eurasiática de Vladimir Putin. Este conflicto hace que Moldavia sea una especie de anomalía con respecto a los otros países tratados en este blog y que, en cierta manera, lo mantiene alejado de Europa. En realidad, para restablecer la situación anterior a la anexión del país por la URSS de Stalin en 1940 después del Pacto Molotov-Ribbentrop, Moldavia, o la mayoría rumanófona, debería integrarse en Rumania y resolverse el caso de Transnistria y tal vez Gagauzia. Esta solución, que Rumanía considera un “próximo proyecto nacional”, se topa con la oposición de fuerzas nacionalistas moldavas y el desacuerdo de la Rusia de Putin y, en cualquier caso, un referéndum en marzo de 1994 ya pronunció a favor de conservar la independencia. Asimismo, Moldavia firmó un acuerdo de asociación con la Unión Europea en el marco de la "Asociación Oriental" de la UE con los países ex soviéticos.
En cuanto a los liderazgos políticos, la mayoría de los países están gobernados por partidos de derecha o centro-derecha, a menudo con una fuerte orientación nacionalista y populista y, en ciertos países, incluso con un antieuropeísmo creciente a pesar de las importantes aportaciones económicas de la UE a los países miembros de Europa del Este. Estas tendencias que, en cierta manera, son independientes del color del partido político en el gobierno, como es el caso de Eslovaquia, gobernada por una coalición liderada por socialistas, se han reforzado recientemente a raíz de la crisis de refugiados del verano y otoño de 2015. Dicha crisis, en el que el gobierno de Hungría del primer ministro Viktor Orbán tomó un protagonismo importante con la construcción de una valla de 175 km en la frontera con Serbia y el recientemente constituido Gobierno de Polonia formado por el partido derechista Ley y Orden (PiS) se ha alineado plenamente con las posturas del gobierno húngaro. La crisis ha resucitado incluso el Grupo de Visegrád, un instrumento de cooperación regional entre Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría firmado en el pueblo de Visegrád en Hungría (en referencia al reino de la casa de los Anjou en el siglo XIV que integró los territorios de estos países), cuyos miembros han manifestado recientemente su oposición a la política migratoria de Bruselas.
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